
Para ser una persona anónima y salir en el primero tienes que tener recursos o, al menos, parecerlo, para salir en el segundo tienes que estar en la miseria y dejarte arrastrar para echar una moneda al aire, si sale cara tapas un agujero en tu vida, si sale cruz entras tú en un agujero del que tardarás años en salir.
Es lo que le ocurre a miles de españoles que queman su vida en las duras cárceles de Latinoamérica. Dichas cárceles no las frecuentan psicópatas, asesinos en serie, violadores...., lo que más hay son gentes que para huir de la miseria o para financiarse sus adicciones aceptan encargos envenenados, transportan droga en el estómago o, en el mejor de los casos, en la maleta, a cambio de una cantidad de dinero.

Estas realidades, que cada semana nos presenta La Sexta, también existen aunque no las veamos. No son tan agradables como los casoplones de Quien Vive Ahí o las motivaciones de las personas que aparecen en Españoles por el Mundo, que se instalan en otro país por amor o para encargarse de un gran proyecto profesional. Los Encarcelados son víctimas de sus errores o de sus circunstancias vitales, pero sea cual fuere su fechoría merecen una dignidad y otra oportunidad, como si en lugar de estar en Bolivia estuvieran en Soto del Real. Si Luis Bárcenas tiene móvil y realiza operaciones financieras desde el penal, por qué estas señoras tienen que vivir entre mugre y sin garantías sanitarias. ¿Quien decide qué delito es merecedor de una peor calidad de vida?
.jpg)
Gran programa, que no es el primero que se dedica a reflejar la realidad de los presos, ya que Jesús Quintero ideó hace años el programa Cuerda de Presos, en el que entrevistó a varios presos desde sus respectivas cárceles, pero Encarcelados nos muestra su día a día como un docu-reality, con valentía y arrojo, nos muestran testimonios sobrecogedores de quienes viven ese suplicio, el de pagar una condena lejos de casa. Enhorabuena al equipo por su profesionalidad y buen hacer.
Encarcelados es un programa necesario para reivindicar la dignidad de unos rostros con nombre y apellidos, y unas voces, que ni vemos ni oímos. Están muy lejos y sin libertad, pero existen, y gracias a La Sexta nos enteramos.