La famosa película de Fernando Palacios con guión de Pedro Masó marcó un hito por su éxito sin precedentes tanto en su éxito en la cartelera como en sus pases en televisión. Tal éxito radica en su guión lleno de melodrama y comedia con tintes de humor, en la interpretación de todos cuántos componen el elenco y por narrar las peripecias de una numerosísima familia de clase media de la España de los años 60.
Esto hacía que muchos de los españoles de a pie se identificaran con esta familia que a pesar de las dificultades que atravesaban para llegar a fín de mes, todas las superaban gracias al amor que se profesaban sus miembros y a la inestimable ayuda que recibían del inefable y ganso padrino búfalo que interpretaba el gran José Luis López Vázquez.
Amparo Soler Leal es la única superviviente del cuarteto protagonista compuesto por Alberto Closas, José Luis López Vázquez y Pepe Isbert. Los 2 primeros como los padres de 15 hijos entre los que se encontraban nombres tan populares como Jaime Blanch, Maribel Martín, Mª José Alfonso y Pedro Mª Sánchez como el terrible y travieso Críspulo, amante de los explosivos pero con un gran corazón como demuestra en la emocionante escena final de la cinta.
Un padre, aparejador, que tiene que echar horas y horas en su trabajo para llevar dinero a casa y así alimentar, vestir y dar una formación a tan prolífica tropa; una madre que tiene que hacer malabares para administrar el sueldo del padre e inventos varios para superar los gastos extras a los que se tiene que enfrentar cualquier familia como las primeras comuniones, por ejemplo; un abuelo siempre presto a ayudar en lo que haga falta al sostenimiento de tan entrañable familia con la lógica preocupación de no llegar a ser una carga dada su avanzada edad; y un padrino de 5 de los hijos, por un tiempo solterón y dueño de una pastelería con lo que, por lo menos los dulces les salían gratis a la familia, así como otras ayudas económicas que aportaba además de su alegría y buen humor, cosas tan necesarias algunas veces.
De los 15 hijos había de todos los caracteres posibles, lo cual hacía que en esa casa reinara siempre el bullicio, el caos, la alegría y, sobre todo, la unión y la felicidad. Esta película fue muy apreciada por el régimen ya que en la época se fomentaba la natalidad, e incluso se premiaba con el premio Non Plus Ultra a aquellas familias numerosas que, a pesar de las dificultades, traían hijos al mundo con el pensamiento y la idea de que "Dios proveerá...". El filme transmitía un mensaje de que la felicidad estribaba en la producción de vástagos y que los problemas se solventaban con amor y cariño.
La película reflejaba todos los iconos de una España que empezaba a salir a flote después de la dura posguerra. El primer 600, el nacimiento de la televisión, las vacaciones en Benidorm, ...
En el 600 trataban de irse de vacaciones y la televisión, en sus comienzos, la veían a través de la ventana ya que ellos no tenían televisión y los vecinos sí.
Una de las escenas más entrañables de la película es cuando el abuelo se lleva a unos cuantos nietos al mercadillo navideño de la Plaza Mayor con la desgracia de extraviar al más pequeño. "Chenchoooooo, Chenchooooooo...", cuántas veces habremos visto esta escena en la que el pobre abuelo se desgañitaba con su ronca voz llamando a Chencho en medio de la algarabía del gentío que en estas fechas se acumulan en la Plaza Mayor, y quién de nosotros no se ha perdido alguna vez en el Parque de Atracciones, en un centro comercial o en alguna calle del Madrid navideño.
Un retrato de la España de la época con una familia numerosa de clase media que sirvió como espejo de muchos de los teleespectadores que se vieron retratados en algunos momentos que componen esta película llena de magia, emoción y humor y que, el que más o el que menos, más de una lágrima ha soltado en alguna escena de esta recordada y querida pélícula.
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