Ahora triunfa con Velvet, una serie amable, agradable de ver y con tramas que enganchan fácilmente. Un melodrama al más puro estilo Sautier Casaseca, parecido a los legendarios folletines radiofónicos, con su componente de nostalgia, ya que está repleta de mobiliario y atrezzo de los años 50.
Una serie bien dirigida donde las escenas corales de planos amplios funcionan a la perfección, bien ambientada donde se recrea una Gran Vía desconocida y reconvertida en una milla de oro de los años 50 llena de coches de época de alta gama y de comercios exclusivos para las clase más altas.
En las Galerías Velvet y en los alrededores de la centenaria avenida madrileña se desarrollan las tramas de unos personajes muy bien construidos, todos tienen un pasado y algún secreto inconfesable, todos
los personajes tienen mucha fuerza narrativa y consiguen que el espectador se encariñe hasta con el más antipático e insoportable. Todo ello es ayudado por la magnífica interpretación del gran reparto de actores secundarios con que cuenta la serie: José Sacristán, sobra glosar al que es el mejor actor veterano que tenemos en estos momentos, y sigue sin parar de trabajar en cine, teatro y TV, ha conseguido todo en la profesión, aparte de premios, magníficas críticas y reconocimiento unánime a trabajos como Un Hombre Llamado Flor de Otoño o Asignatura Pendiente, por citar algunos ejemplos; Aitana Sánchez Gijón interpreta a una mujer soberbia, una jefa dura con sus empleadas y perfecta en su trabajo, pero a su vez, muestra una vulnerabilidad y ternura oculta en su antipático rictus, que solo puede interpretar alguien con experiencia y con la calidad de Aitana; Asier Etxeandía, el artista más polifacético y versátil que tenemos como demuestra en las obras dirigidas por Tomaz Pandur o en El Intérprete, espectáculo ideado por él con el que lleva arrasando y emocionando durante 3 temporadas por toda España; Manuela Vellés, que nos encantó en Camino, de Javier Fesser, aquí interpreta a una frágil e infeliz modista: Adrián Lastra, uno de los mejores, curtido en los musicales, borda el papel de chico de los recados y de novio pardillo, pánfilo y torpe en el amor, pero un pedazo de pan; Natalia Millán, últimamente imprescindible en la televisión y en el teatro, actriz completa que borda cualquier género, pero que se tendría que haber pensado un poco más el haberse metido en ese experimento de La Fábrica de la tele para Telecinco llamado "Hable con ellas", en el que sí habría sido totalmente prescindible, ya que no necesita ese tipo de formatos para estar en el candelero, a las demás les viene mejor, a Millán creo que no le va a favorecer, ya que me recuerda la época en que Concha Velasco estaba todo el día en la tele, la gente dejó de ir a verla al teatro durante esa época y se arruinó con La Truhana, obra de Antonio Gala, que producía ella misma junto a su marido; Cecilia Freire; Miriam Giovanelli; Pep Munné; Manuela Velasco, bastante mejor que en Aída; Cristina Plazas; Javier Rey; Marta Hazas; todos ellos, y los que no me acuerdo, están fantásticos, y hacen que brille más su pareja protagonista.
Miguel Ángel Silvestre y Paula Echevarría, aunque han hecho alguna película, son eminentemente actores televisivos, les falta pisar algún escenario para comprobar su verdadera calidad interpretativa, pero son correctos, no son malos, lo que ocurre es que demostraban más expresividad en anteriores papeles como el de El Duque de Sin Tetas no hay Paraíso, y en el caso de Paula, el que interpretaba en Gran Reserva. En Velvet interpretan a la pareja protagonista que no pueden vivir su amor en libertad debido a su diferente posición social y, sobre todo, porque él se tiene que casar por interés con otra para no cerrar las Galerías que dan de comer a tanta gente. Ella sufre en silencio esta situación, que es bastante fuerte como para vivirla con una expresividad comparable a la de la mujer del tiempo. Les falta a ambos más fuerza expresiva en sus rostros como la que tenían en anteriores trabajos. Pero este detalle no empaña la calidad y el éxito de un serie tan bien hecha. Aunque el croma y los efectos especiales se suceden para recrear una Gran Vía imaginaria de los años 50 o un París que tampoco lo era, me gusta este homenaje a una esplendorosa Gran Vía, que 60 años después ha visto como la mayoría de sus cines y de sus carteles pintados anunciando las películas, están siendo sustituidos por las grandes letras de las marcas de siempre, haciendo un paisaje monótono y anodino, el último en caer si no lo remediamos, el legendario Palacio de la Música.